Dios está presente en nuestras vidas en todo momento del día, ya sea que lo reconozcamos o no. A medida que le reconocemos en todos nuestros caminos, Él enderezará nuestras veredas (Proverbios 3:6). ¡Cuán bendecidos somos cuando estamos constantemente conscientes de Su presencia en nuestras vidas! Practicar la presencia de Dios es un paso que podemos tomar en la renovación de nuestro entendimiento en conformidad con Su Palabra.
Romanos 12:2:
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Podemos decidir no conformar nuestros pensamientos de acuerdo con el mundo y dirigirlos hacia Dios. Podemos practicar Su presencia, lo cual nos ayuda a disfrutar de una dulce comunión con Él, nuestro Padre celestial. Examinemos tres maneras de practicar la presencia de Dios.
La primera manera de practicar la presencia de Dios es reconocer que Él está siempre presente con nosotros.
Salmos 139:1,7-10:
Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo del mar,
Aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
Nuestro Dios es omnipresente. Él está en todas partes en todo momento. No hay lugar alguno donde podamos ir al cual Dios no pueda llegar hasta nosotros. Ya sea que vayamos a lugares cercanos o alejados, a sitios familiares o desconocidos, Él nunca nos deja solos. Dios siempre está presente, hasta en las rutinas cotidianas más sencillas que llevamos a cabo sin siquiera pensarlo dos veces. No importa si estamos en una situación que nos parezca desesperada o en un lugar que nos parezca aterrador—de igual manera como Él está ahí en la mañana cuando comenzamos nuestro día, Dios está siempre listo para ayudarnos. Él está siempre ahí, y podemos mantener nuestros pensamientos dirigidos hacia Él y Su Palabra.
La segunda manera en que podemos practicar la presencia de Dios es orar a nuestro Padre celestial.
Daniel 9:3:
Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego…
Judas 20:
Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo [espíritu santo].
Somos hijos de Dios y Él nos ama entrañablemente. Él quiere estemos en comunión con Él, no solo orando con nuestro entendimiento, como lo hacía Daniel, sino también orando en el espíritu. Orar en el espíritu es hablar en lenguas en nuestra vida privada de oración. Hablar en lenguas nos edifica espiritualmente, es dar gracias bien, es magnificar a Dios, es abrir nuestros corazones a Él y nos provee una forma de orar perfectamente por nuestras necesidades y por las de otros.
La tercera manera de practicar la presencia de Dios es reconocerlo en nuestras acciones.
Colosenses 3:17,23,24:
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
Podemos realizar cualquier tarea a lo largo del día con esa actitud mental. Sea grande o pequeña la tarea, saber que lo estamos haciendo por Dios nos motiva a trabajar con una actitud de agradecimiento, dándolo todo para agradarle a Él. Trabajamos de todo corazón, no para agradar a los hombres, sino a nuestro Padre celestial. Cualquier cosa que hagamos, podemos hacerla para Dios, conscientes de que Su poder y Su presencia están en nosotros y con nosotros en todo momento.
Nuestro Dios siempre está con nosotros, sin importar adonde vayamos o lo que hagamos. Podemos practicar Su presencia de estas tres maneras: reconocemos que Él siempre está con nosotros, oramos a nuestro Padre celestial con nuestro entendimiento y hablamos en lenguas y reconocemos a Dios en todo lo que hacemos. Estas tres maneras nos ayudan a practicar la presencia de Dios, que es uno de los pasos para renovar nuestro entendimiento. Podemos no conformar nuestros pensamientos de acuerdo con el mundo y dirigirlos hacia Dios. Podemos practicar Su presencia, lo cual nos ayuda a disfrutar de una dulce comunión con nuestro Padre celestial ¡y a transformar nuestras vidas por medio de la renovación de nuestro entendimiento!