Cuando era niño, me maravillaba la inmensidad del cielo nocturno, ¿cómo y porqué había tantas estrellas? No fue sino hasta cuando tomé la Clase Fundamental de nuestro ministerio, que obtuve las respuestas y por consiguiente, empecé a apreciar la majestad y el poder de mi Padre celestial. Él es el Dios de gloria, cuya majestad y poder se manifiestan claramente para que todos en la tierra lo vean.
Dios tiene muchos títulos para describirse a Sí Mismo, y Sus atributos son tan multifacéticos que, por sí sola, ninguna de esas características podría describirlo completamente. Una de las maneras como nos hace saber Quién es Él, es por medio del título «el Dios de gloria». Hay dos escrituras en la versión Reina-Valera, 1960 de la Biblia, donde aparece este título.
En el Salmo 29:1-4, podemos ver el poder y la majestad de Dios.
Salmo 29:1-4:
Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos,
Dad a Jehová la gloria y el poder.
Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.
Voz de Jehová sobre las aguas;
Truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas.
Voz de Jehová con potencia;
Voz de Jehová con gloria.
En Hechos 7:2, tenemos la otra escritura donde aparece este título. Esteban, un hombre lleno de sabiduría y creencia espiritual, le recordó a aquellos judaítas a quienes les hablaba, acerca de «…El Dios de la gloria apareció a nuestro padre [nuestro antepasado] Abraham…».
Para que podamos entender mejor la majestad y el poder de nuestro Padre celestial, veamos lo qué significa «gloria» según como se usa en este título. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea para «gloria» en el Salmo 29:3 es kabod, que aquí indica un esplendor y magnificencia visiblemente manifestados. En el Nuevo Testamento, «gloria» en Hechos 7:2, es la palabra griega doxa, que significa «poder manifestado; esa apariencia de esplendor que atrae la atención». Y en este versículo, doxa expresa la poderosa naturaleza de Dios en manifestación. «Gloria» es un término utilizado para expresar lo que podemos ver y comprender de la poderosa presencia de Dios en la tierra. Este es el esplendor que atraía mi atención años atrás cuando yo, impresionado con su grandeza, miraba a los cielos.
Ahora que entendemos la palabra «gloria», veamos algunas expresiones de la gloria de Dios que nos ayudarán a ver y comprender Su poderosa presencia en la tierra. Podemos apreciar aún más Su asombrosa grandeza—Su majestad—cuando consideramos Su perfección, Su habilidad para crear los cielos y la tierra, y Su poder.
La gloria de Dios está asociada a Su perfección. Él no es solamente perfecto, sino también glorioso. Su Palabra, comunicada en los cielos, declara Su gloria, y Su Palabra escrita es perfecta.
Salmo 19:1,7:
Los cielos cuentan la gloria de Dios….
La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
Podemos ver la gloria de Dios en Su creación.
Salmo 8:1:
¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos.
Isaías 6:3:
…Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.
La gloria de Dios está asociada con Su poder.
Colosenses 1:11:
fortalecidos con todo poder [de Dios], conforme a la
potencia de su gloria.
Estas son algunas de las impresionantes cualidades de la naturaleza de Dios. Ellas nos ayudan a percibir Su gloria para así poder alabarle por Su grandeza.
Dios tiene muchos títulos para describirse a Sí mismo y uno de ellos es «el Dios de gloria». El Dios de gloria se evidencia en todas Sus impresionantes y poderosas obras. Y ¡qué expresión más adecuada es este título de Dios para describir Su majestad y Su poder!
Las respuestas que yo buscaba acerca de los cielos cuando niño, me las han enseñado de la Palabra de Dios. Y ahora, gracias al entendimiento que tenemos respecto a la majestad y al poder de Dios según es expresado en uno de Sus títulos—«el Dios de gloria»—podemos, sin vacilar, transmitir estas verdades a todos los que quieran escuchar. Así ellos también podrán conocer y comprender personalmente al Dios de gloria—Aquel cuyo poder y majestad ellos ven manifestados en la tierra—como su propio Padre celestial.