Dios ha dedicado mucho de Su Palabra a relatos y promesas acerca de la sanidad. Él nos dice que fuimos formados maravillosamente y que nuestra salud es Su gran deseo. Si nuestra salud se ve comprometida, dos componentes que influencian grandemente nuestra habilidad para recibir sanidad son nuestra actitud y nuestras acciones hacia nuestra sanidad.
Así que, ¿cómo afecta nuestra actitud a nuestra sanidad? La importancia de la actitud que uno tenga ha sido reconocida desde hace mucho tiempo como un factor de influencia en el éxito, la salud y la calidad de nuestra vida. Según Dios, nuestros pensamientos más profundos moldean nuestra vida.
Proverbios 4:23:
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
Con un espectro muy amplio de pensamientos de los cuales escoger cada día, ¿cómo determinamos cuáles pensamientos son los mejores? ¿Cuáles pensamientos nos llevarán hacia una actitud que contribuye a nuestra sanidad?
Colosenses 3:2:
Poned la mira [su mente, su modo de pensar, sus pensamientos] en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Podemos poner nuestro modo de pensar en las cosas de arriba (en cosas celestiales) y en todo lo que Jesucristo logró por nosotros, lo cual incluye nuestra sanidad, o podemos poner nuestro modo de pensar en las cosas de la tierra (tales como nuestras emociones o las circunstancias que enfrentamos). La Palabra de Dios puede sanar (Salmos 107:20). Poner nuestro modo de pensar en la Palabra sanadora de Dios nos ayuda a desarrollar una actitud hacia nuestra sanidad que es conforme a Dios.
Una vez que nuestra actitud está en orden, seguirán nuestras acciones. Y las acciones correctas producen resultados correctos. He escuchado esti descrito como las acciones son el fruto del pensamiento. Nuestra actitud hacia nuestra sanidad se verá reflejada en nuestras acciones. Un gran ejemplo de esto está registrado en los Evangelios y se trata de la mujer con el flujo de sangre.
Mateo 9:20,21:
Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;
porque decía dentro de sí [ella se repetía a sí misma lo que creía que Dios estaba haciendo disponible para ella]: Si tocare solamente su manto, seré salva.
Algunos detalles adicionales de este relato se encuentran en el relato paralelo en Marcos 5. Este relato revela que ella había sufrido muchas cosas de parte de muchos médicos y había gastado todo lo que tenía; pero en vez de mejorar, se puso peor. A pesar de esos años de contratiempos, sus pensamientos estaban enfocados en las cosas de arriba; su actitud permanecía en «seré salva». Y sus continuas acciones que concluyeron con ella tocar el manto de Jesús, resultaron en su completa sanidad. Sabiendo que poder había salido de él, Jesús la miró y dijo: «Hija, tu fe [creencia] te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote» (Marcos 5:34).
Aquí hay dos puntos claves que podemos aprender de este relato para fortalecer nuestra actitud y nuestras acciones hacia nuestra sanidad:
- Mantengamos nuestra confesión positiva.
Proverbios 16:24:
Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos. - Y nunca se dé por vencido; ¡rehúse abandonar!
Gálatas 6:9:
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
Nos hacemos el bien a nosotros mismos y a otros también, a medida que perseveramos hacia nuestra sanidad.
Para disfrutar la sanidad que Dios quiere para nosotros, tenemos que comenzar con una actitud sana y «celestial»—una actitud que ha sido desarrollada por medio de elevar la verdad por encima de las circunstancias y confesar las palabras dulces, agradables y sanadoras de Dios. Y nos mantenemos determinados a recibir nuestra sanidad, sin darnos por vencidos si la sanidad no viene rápidamente. Una vez que nuestra actitud esté alineada con la Palabra de Dios, nuestras acciones van a reflejar y producir los resultados positivos y sanadores que nosotros queremos.