Hablar la Palabra de Dios es un maravilloso privilegio y un derecho que podemos disfrutar como Sus hijos. Ejercer ese derecho trae liberación a otros y también provee beneficios para nuestras propias vidas.
La Palabra de Dios claramente muestra que una característica que tenemos como Sus hijos renacidos es que somos embajadores en nombre de Cristo. Y somos embajadores ahora mismo—nunca tenemos que esperar que las circunstancias sean propicias en el futuro. Esta es una realidad en el presente para todos los cristianos renacidos.
II Corintios 5:20:
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Un embajador es un representante o mensajero autorizado. Es asombroso pensar en eso—nosotros somos representantes, mensajeros autorizados de nombre de Jesucristo. ¡Qué derecho tan maravilloso el que tenemos, de declarar este mensaje de liberación!
La Palabra de Dios declara que de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45). Lo que ponemos en nuestros corazones es aquello de lo cual hablaremos. Así que, si queremos tener una abundancia de la Palabra para dar a otros, entonces tenemos que poner una abundancia de ella en nuestros corazones. Una vez que tenemos una abundancia de Palabra para dar, lo próximo que necesitamos hacer es sencillamente abrir nuestras bocas y hablarla.
Hechos 8:35:
Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.
Felipe abrió su boca y le anunció al etíope que estaba buscando un entendimiento de la verdad, y como resultado, el hombre renació.
Hechos 10:34:
Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas.
Pedro abrió su boca y habló la Palabra a Cornelio y su casa, y luego ellos renacieron.
Felipe y Pedro eran hombres dinámicos que les gustaba ejercer su derecho a hablar la Palabra. Les gustaba hablarla porque ellos sabían cuánto había bendecido sus vidas y querían hacer lo mismo para otros. ¿Y qué hicieron? ¡Ellos sencillamente abrieron sus bocas y hablaron! Fue así de sencillo para ellos en aquel entonces, y es así de sencillo para nosotros hoy día.
Hay muchos beneficios por hablar la Palabra de Dios. Echemos un vistazo a solo algunos de ellos y veamos lo que Dios nos promete, a medida que nos elevamos a este noble llamamiento celestial.
Efesios 4:15:
sino que siguiendo [o hablando] la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.
Un beneficio que experimentamos cuando hablamos la verdad en amor es que crecemos en Cristo. Crecemos espiritualmente en nuestro andar, a medida que proclamamos la verdad de Dios con amor y creencia.
I Tesalonicenses 2:4:
sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.
Cuando hablamos la Palabra de Dios con Su amor en nuestros corazones, le agradamos a Él. No hablamos la Palabra para agradar a los hombres, sino para agradar a Dios.
Dios nos ha hecho Sus embajadores y nos proveyó con la Palabra que necesitamos para cumplir ese llamamiento. Nos aseguramos que nuestros corazones están llenos de la Palabra y llenos de agradecimiento por todas Sus muchas bendiciones en nuestras vidas. Luego, simplemente abrimos nuestras bocas y ejercemos nuestro derecho de declarar la Palabra con creencia. Cuando lo hacemos, no solo estamos ayudando a otros, sino que ¡también disfrutamos abundantes beneficios! Crecemos espiritualmente en Cristo y nuestras vidas agradan a Dios por medio de declarar a otros Su Palabra. ¡Ejerzamos nuestro derecho de hablar Su Palabra cada día!