Dios es el donador de dones más grande de todos los tiempos. Él sabe qué necesitamos y cuándo lo necesitamos, y Él tiene los recursos para suplir nuestras necesidades mucho más abundantemente de lo que jamás podemos pedir o entender (Efesios 3:20). Cuando alguien renace, Dios le da a Su nuevo hijo o hija un regalo muy especial—el don de espíritu santo. Este regalo tiene nueve manifestaciones distintivas que cualquier hijo de Dios puede operar, y cada manifestación tiene su provecho. La Palabra de Dios lo hace muy claro en I Corintios 12.
I Corintios 12:7:
Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu [el don de espíritu santo] para provecho.
Este versículo comunica dos verdades que son esenciales para nosotros podemos entender si queremos utilizar nuestro regalo muy especial como Dios quiso: (1) todas las nueve manifestaciones son para cada creyente renacido, y (2) todas las nueve manifestaciones son para provecho.
Antes de considerar la primera verdad esencial que todas las nueve manifestaciones son para cada creyente renacido, leamos en la Palabra de Dios acerca de las nueve manifestaciones.
I Corintios 12:8-10:
Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
A otro, fe [creencia] por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
A otro, el hacer milagro; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
Como está registrado en estos versículos, las nueve manifestaciones son: (1) palabra de ciencia, (2) palabra de sabiduría, (3) fe (creencia), (4) dones de sanidades, (5) el hacer milagros, (6) profecía, (7) discernimiento de espíritus, (8) lenguas, y (9) interpretación de lenguas. Tener la habilidad para operar solo uno o dos de estas manifestaciones sería un gran regalo de parte de Dios, ¿cierto? Sin embargo, Dios es un donador tan grandioso que no limitó al creyente a solo una o dos manifestaciones de espíritu santo. Él le dio a CADA creyente la habilidad para operar TODAS LAS NUEVE manifestaciones.
Esta es la primera verdad esencial que queremos entender en I Corintios 12:7: «Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu [el don de espíritu santo]…».
En el versículo 7, la palabra «manifestación» está en su forma singular; sin embargo, como vimos en los versículos 8 al 10, hay nueve diferente manifestaciones, o evidencias, del don de espíritu santo. La manifestación del don de espíritu santo tiene nueve partes separadas y sin embargo unidas que forman un todo, y el todo es dado a «cada hombre», o a cada creyente lleno del espíritu santo. Así es—todas las nueves manifestaciones son para que cada creyente las opere. Dios no limita a Sus hijos a solo una o dos.
La segunda verdad esencial para entender de I Corintios 12:7 es que todas las nueve manifestaciones son para provecho: «Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu [las nueve manifestaciones del don de espíritu santo] para [¿qué?] provecho».
Enfoquémonos por un momento en las dos últimas palabras de este versículo. ¿Está listo para un poquito del idioma griego? La palabra «para» en la frase «para provecho» es traducida de la palabra en griego pros, lo cual indica el punto de vista final. En este versículo podemos traducir «para» como «hacia». Las nueve manifestaciones: ¿son dadas «hacia» o «para» qué? Para provecho.
Toda manifestación es de provecho—cada una es de beneficio. Si lo que se está manifestando no es beneficioso, entonces no puede ser proveniente de Dios, el Donador. Dios da el don, el cual es espíritu; pero una vez dado, el que recibe el don (el creyente lleno del espíritu santo) es responsable de operarlo.
Dios es el donador de dones más grande de todos los tiempos. Nosotros que somos renacidos hemos recibido el don de Dios de espíritu santo. Este don tiene nueve manifestaciones distintivas que cualquier hijo de Dios puede operar, y cada manifestación tiene su provecho. Dios no nos dio este don con sus nueve manifestaciones porque éramos lo suficientemente buenos o porque nos lo ganamos, sino porque lo necesitamos. Con este don, podemos verdaderamente vivir vidas poderosas y abundantes.
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