Cuando estuve con mi hija después del nacimiento de su primer hijo, pensé en todo el gozo que le vendría a la vida de ella y de su esposo al decidir criar a su hijo en la disciplina y la amonestación del Señor. ¿Habrán retos por el camino? Absolutamente. Sin embargo, a medida que los padres deciden criar sus hijos de acuerdo con la Palabra de Dios y no al mundo, habrá gran gozo en esa familia. Vean, Dios le dio la autoridad a los padres para criar a los hijos, y Dios va a proveer lo que se necesite. Veamos esa autoridad, ya que hay grandes beneficios en criar a los hijos a la manera de Dios.
El mundo tendrá muchas ideas acerca de cómo se debe criara a un hijo, pero nosotros queremos que la Palabra de Dios sea nuestro estándar. La Palabra de Dios es la voluntad de Dios en todos los asuntos de la vida. La manera de Dios de criar a un hijo es que los padres instruyan a sus hijos en el camino que han de andar (Proverbios 22:6). Dios le ha dado la autoridad sobre los hijos a los padres, y los hijos verdaderamente necesitan que sus padres ejerzan esa autoridad sobre ellos. Veamos el ejemplo de dos hombres en el Antiguo Testamento, Abraham y Elí, y cómo criaron a sus hijos.
Génesis 18:19:
Porque yo [Dios] sé que mandará [Abraham] a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.
Abraham mandó a sus hijos, o se encargó de ellos, a fin de que guardaran el camino del Señor. El amor y la autoridad de Abraham produjeron grandes resultados, puesto que su hijo Isaac es llamado un hombre de creencia en Hebreos 11:9. Abraham e Isaac son ancestros directos de Jesucristo, según Mateo 1.
Por otro lado, Elí no mandó, no se encargó, de sus hijos, y los resultados son muy diferentes.
I Samuel 3:13:
Y le mostraré [a Elí] que yo [Dios] juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él [Elí] no los ha estorbado.
Elí no le informó a sus hijos que él desaprobaba sus acciones. Él honraba a sus hijos más que a Dios (I Samuel 2:29). Los resultados de este tipo de crianza no fueron buenos. Los hijos de Elí fueron «impíos»—sin ley, sin estándar—y no tenían conocimiento del Señor (I Samuel 2:12).
Vimos los resultados de un padre que tomó la autoridad para la crianza de sus hijos y de un padre que no lo hizo. Veamos ahora cómo podemos tomar la autoridad en la crianza de los hijos y disfrutar los beneficios que resultarán al hacer esto en nuestra familia.
Se define «autoridad» como el poder para influenciar o mandar el pensamiento, la opinión o el comportamiento. Los padres han de utilizar su autoridad para diligentemente enseñar la Palabra de Dios a sus hijos.
Deuteronomio 6:7:
y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.
Como padres, es nuestra responsabilidad enseñar o aguzar, como la acción repetitiva de afilar un cuchillo, la Palabra de Dios en nuestros hijos. Ademas de eso, es importante que le enseñemos a nuestros hijos a obedecernos y respetarnos, para que puedan aprender a obedecer y respetar a Dios y a la Palabra que les enseñamos. Cuando ellos no lo hacen, los padres tienen la autoridad y la responsabilidad de corregirles y ayudarles a encarrilarse nuevamente en el camino correcto.
Proverbios 3:12:
Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.
Dios no le dio la autoridad de guiar la casa a los hijos (Proverbios 29:15). Dios le ha dado a los padres la autoridad para criar a sus hijos. Los padres manifiestan esa autoridad a medida que amorosamente guían, enseñan, fijan límites y corrigen a sus hijos.
Cuando los padres deciden tomar la responsabilidad y ejercer su autoridad para guiar, enseñar y encargarse de su familia, toda la familia puede disfrutar de los beneficios de la estrecha comunión de vivir la Palabra juntos. Queremos que el estándar verdadero de la Palabra de Dios sea nuestro enfoque como padres. En ese enfoque, ambos, tanto los padres como los hijos, agradarán a Dios y tendrán gran gozo.
III Juan 4:
No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.