Hace como un año atrás, estaba enfrentando una serie de contratiempos. No estaba obteniendo los resultados que yo sabía que estaban disponibles de la Palabra. A medida que pasaban los días sin ninguna mejoría, comencé a hablar negativamente acerca de mi situación. Justo cuando me estaba dando por vencido e iba a aceptar menos de lo mejor de Dios para mi vida, alguien me amó lo suficiente para compartirme esta poderosa exhortación: «Determine ahora mismo que usted nunca más hará una confesión negativa». Me ayudó a ver que lo que yo digo sí importa; es un factor determinante en lo que obtengo.
Si no estamos obteniendo los resultados que deseamos en la vida, quizá necesitamos escuchar lo que estamos diciendo. Jesucristo le enseñó a sus discípulos acerca del poder de sus palabras.
Marcos 11:23:
Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Hay dos elementos importantes en este versículo—lo que decimos y lo que creemos. Las palabras que hablamos producen resultados poderosos cuando las unimos a nuestra creencia. Mover una montaña puede parecer como una proeza que requiere creencia del tamaño de una montaña, pero Dios está tan deseoso de llevar a cabo Su Palabra que Él obra incluso con la más mínima cantidad de creencia.
Mateo 17:20:
…porque de cierto os digo [Jesús], que si tuviereis fe [creencia] como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.
Hablando bíblicamente, «un grano de mostaza» es una expresión proverbial para la partícula más pequeña. Aún cuando un grano de mostaza es pequeño, crece hasta ser una planta de tamaño considerable. Aun la partícula más pequeña de fe, o creencia, produce resultados que podrían mover una montaña. Diga lo que la Palabra dice, crea lo que la Palabra dice y mire como esa Palabra se vuelve una realidad. «Nada os será imposible».
En II Reyes 4, el profeta Eliseo dio su palabra a una mujer de Sunem que ella tendría un hijo. La palabra de Eliseo se cumplió; pero cuando el niño creció, se murió repentinamente.
II Reyes 4:25,26:
Partió, pues, y vino al varón de Dios [Eliseo], al monte Carmelo. Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita.
Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien.
El hecho era que las cosas no estaban bien. Su único hijo se había muerto. Pero los hechos no niegan la habilidad de Dios para cumplir Su Palabra. La mujer no permitió que este golpe tan devastador fuera el resultado final. Ella buscó ayuda, y estaba tan confiada en sus expectativas de liberación que en respuesta a las preguntas acerca del bienestar de ella y de su familia, ella dijo: «Bien». Ella recibió de acuerdo con su creencia cuando Eliseo levantó a su hijo de los muertos y le dijo: «Toma tu hijo» (II Reyes 4:36). Lo que sea que una persona cree está directamente reflejado en lo que confiesa. La confesión positiva de esta madre significó vida para su hijo.
Podemos desarrollar la práctica de decir lo que la Palabra dice para que obtengamos lo que la Palabra promete. Puede que esto no se de fácilmente al comienzo, pero podemos tomar pasos pequeños ahora mismo que nos pueden llevar a grandes cambios en nuestra confesión y por consiguiente en lo que manifestamos.
- LLENE SU MENTE Y CORAZÓN DE CONSTANTES RECORDATORIOS DE LO QUE DIOS DICE. Ponga Sus palabras continuamente en su mente. Hágalas sus palabras.
- RODÉESE DE OTROS QUE LO APOYEN EN SU ESFUERZO DE PENSAR, DECIR Y HACER LA PALABRA. Pase tiempo con aquellos cuyas confesiones y acciones están basadas en la Palabra e imítelos.
- ESPERE VER RESULTADOS. Esté confiado en sus expectativas de liberación.
- SOLO DIGA LO QUE USTED QUIERE QUE OCURRA. Si no lo quiere, no lo diga. Si usted quiere algo diferente, diga algo diferente. Si quiere las promesas de Dios manifestadas en su vida, diga las promesas de Dios.
Una confesión positiva sólo está tan lejos como un pensamiento y prepara el camino para que sigan los resultados positivos. Lo que decimos es un factor determinante en lo que recibimos. No importa en qué situación nos encontremos, no importa cuán grande sea la montaña, determinemos nunca más hacer una confesión negativa. Mas bien, ¡digamos lo que la Palabra dice y recibamos lo que la Palabra promete!