Efesios 4:32:
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Esta es la manera como nuestro Padre celestial quiere que nos tratemos unos a otros en la casa de Dios. Él hizo que se escribiera la Epístola de Efesios para fieles creyentes renacidos en la Administración de Gracia, donde Él nos alienta a perdonarnos unos a otros, «como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo». Nos perdonamos unos a otros como Dios nos perdonó a cada uno en Cristo Jesús.
Hechos 2:38:
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del [de] Espíritu Santo [Dios].
Cuando renacimos, recibimos remisión completa—un lavamiento, un gran «borrón y cuenta nueva» de nuestros pecados pasados—debido a lo que Jesucristo logró por nosotros. Dios continua perdonándonos «en Cristo» cuando sea que rompemos comunión con Él. Y como Sus hijos e hijas, tenemos el privilegio de perdonar a otros y misericordiosamente restaurar la comunión con ellos.
La principal palabra en griego traducida para «perdonar» en la Epístolas a la Iglesia es carízomai, la cual se relaciona a la palabra en griego para «gracia» (cáris). Esta palabra en griego para «perdonar» significa hacerle un favor a alguien, ser bondadoso, mostrarse misericordioso, dar u ofrecer algo voluntariamente o gentilmente; disculpar; perdonar misericordiosamente. Cuando perdonamos a un hermano o hermana en Cristo por un mal que nos haya hecho, le estamos haciendo a esa persona un favor, mostrándonos misericordiosos con ellos, siendo amables con ellos.
En II Corintios, el apóstol Pablo por revelación le pidió a los creyentes allí que perdonaran a un compañero creyente.
II Corintios 2:6-8:
Le basta a tal persona esta reprensión [castigo] hecha por muchos.
así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza.
Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él.
Pablo sabía que si este hombre no era perdonado y provisto del amor de los creyentes, sería consumido de tristeza o desesperación. Cuando amamos y perdonamos a un compañero creyente, él no será «consumido de demasiada tristeza».
Aquí hay otro beneficio espiritual de perdonarnos unos a otros.
II Corintios 2:11:
para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
Un gran beneficio de extender el perdón entre los creyentes es que no permite que Satanás cause mayor dolor en el Cuerpo de Cristo. ¡Qué gran carga es quitada cuando nos perdonamos unos a otros y vencemos al adversario!
Consideremos también que cuando perdonamos a alguien, nos estamos beneficiando misericordiosamente a nosotros mismos también. Algunas veces cuando somos ofendidos o dolidos por un compañero creyente, nuestra mente puede volver a repetir el incidente una y otra vez en nuestros pensamientos. Esto nos puede inquietar y enojar cada vez que pensamos acerca de ello. Al hacer esto, estamos permitiéndonos ser prisioneros del pasado. No podemos cambiar el pasado; sin embargo, cuando perdonamos, sí podemos cambiar el futuro. Perdonar nos libera de la negativismo y nos permite avanzar hacia adelante. Nos estamos haciendo un favor.
Dios quiere que Sus hijos se perdonen unos a otros. Perdonar es un favor, una amabilidad que le mostramos a otros, y también es un favor para nosotros mismos. Tratémonos unos a otros con el amor y la misericordia que hemos recibido de nuestro Padre celestial y disfrutemos los beneficios del perdón entre los creyentes.