Reclamemos nuestra sanidad

Reclamemos nuestra sanidad

A causa de los logros de Jesucristo, hemos sido redimidos—librados, liberados y puestos en libertad—de la propiedad legal del adversario, el príncipe de la potestad del aire.


I Corintios 6:20:
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Jesucristo pagó todo el precio legal por el pecado de Adán y por las consecuencias del pecado.


Colosenses 1:14:
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

Cuando Jesucristo fue sacrificado en la cruz del Calvario, él derramó su sangre por el pecado de la humanidad. El término «sangre derramada» es una figura de dicción que significa que la vida se ha ido de la sangre. La sangre de Jesús fue derramada—él murió—para la remisión del pecado. Pero eso no fue todo. Su cuerpo fue ofrecido por las consecuencias del pecado—por las enfermedades, las dolencias y las carencias. Él no sólo tomó nuestros pecados, sino que también se llevó nuestras dolencias.


Mateo 8:17:
… El mismo
[Jesús] tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

Jesucristo logró una obra completa, no sólo para la salvación del pecado, sino también la salvación de las enfermedades.


Isaías 53:5:
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Este pasaje profetiza de los logros del Mesías prometido, Jesucristo. Él claramente pagó el precio por ambos, por nuestro perdón y por nuestra sanidad. En I Pedro vemos estos dos elementos expresados en el tiempo pasado, porque ahora son una realidad terminada.


I Pedro 2:24:
quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Así que, ¿cómo pueden los creyentes renacidos reclamar esta sanidad que Jesucristo ha hecho disponible? A continuación, hay algunas cosas que podemos hacer que nos pueden ayudar a reclamar nuestra sanidad:

Llegamos al punto de estar absolutamente convencidos de la Palabra de Dios que la enfermedad no proviene de Dios: la voluntad de Dios es que tengamos buena salud.


III Juan 2:
Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.

Tomamos el tiempo para leer o escuchar la Palabra de Dios.


Proverbios 4:20,22:
Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones.
Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.

Seguimos hablando con nuestra boca y creyendo en nuestros corazones las verdades positivas de la Palabra de Dios.


Romanos 8:6:
…pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

Oramos con el entendimiento y con el espíritu.


I Juan 5:14,15:
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.


Romanos 8:26:
de igual manera el Espíritu
[Dios] nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu [el don de espíritu santo en manifestación] mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

Hacemos todo lo que podamos para eliminar el temor. Nos mantenemos enfocados en las verdades positivas de la Palabra de Dios.


Lucas 8:50:
Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.

Nos mantenemos agresivos en nuestra creencia para llegar a la causa del problema. Dios quiere que tengamos las respuestas que necesitamos en cuanto a la salud. Él quiere que seamos sanados.

Nunca nos condenamos si estamos enfermos. No hay ninguna condenación y ninguna separación de Dios para el creyente.


Romanos 8:1:
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

La voluntad de Dios para nosotros es buena salud; Su naturaleza es amor; Él nunca cambia; y con Dios, nada es imposible. Él envió a Su Hijo Jesucristo para lograr nuestra redención. Jesucristo derramó su sangre para la remisión del pecado y por su herida fuimos sanados.

La habilidad para vencer cualquier y todo obstáculo, incluyendo cualquier caso de enfermedad, es legítimamente nuestra para reclamar como hijos de Dios, porque hemos sido redimidos por medio de los logros de Jesucristo. ¡Reclamemos nuestra sanidad!

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