En las últimas pocas horas de su ministerio terrenal, Jesucristo habló estas palabras a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor» (Juan 15:9). Jesucristo amó a las personas, y un atributo de ese amor que él manifestó fue longanimidad. Veamos qué significa ser longánimo y cómo el Hijo de Dios, Jesucristo, manifestó esta característica del amor de Dios.
En I Corintios 13:4, la Palabra de Dios nos dice: «El amor es sufrido…». Esta palabra «amor» puede entenderse como el amor de Dios en la mente renovada en manifestación: es el amor de Dios manifestado por el creyente renacido. Una de las características del amor de Dios que podemos demostrar hacia otros es «ser sufrido» o ser longánimo, lo cual significa ser tardío en airarse, paciente en sobrellevar las ofensas de otros, afable y lento en cuanto a venganza, y no desalentarse. Aunque seamos tentados a veces a ser impacientes, o a perder los estribos, o a desalentarnos, podemos recordar que tenemos la naturaleza divina de Dios. Su amor fue derramado en nuestros corazones en el nuevo nacimiento, lo cual nos capacita para ser longánimos.
Podemos aprender a manifestar esta característica en la práctica por medio de ver el ejemplo que fijó Jesucristo. En el evangelio de Juan, vemos a Jesucristo pacientemente resistiendo, sin perder el corazón para con sus discípulos, a medida que los preparaba para su partida. Su breve ministerio estaba llegando a un cierre rápidamente, y aunque enfrentaba gran presión, una de sus prioridades fue ayudar a sus discípulos a entender lo próximo que estaba por suceder.
Juan 13:33,34:
Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos [judaítas], así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir.
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
En Juan 13, Jesús comenzó a enseñar a sus discípulos acerca de un nuevo tipo de amor—el amor de Dios—el cual ellos pronto iban a ser capaces de manifestar una vez que renaciesen. Esta enseñanza era muy importante. Sin embargo, Pedro le pidió a Jesús que volviera a explicar a dónde él iba. Él preguntó: «Señor, ¿a dónde vas?» (versículo 36). En vez de impacientarse, Jesús se tomó el tiempo para ayudar a Pedro a entender, y le respondió: «A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después» (versículo 36).
Con esa respuesta, Jesús estaba haciendo otra maravillosa promesa a Pedro, pero Pedro no comprendía muy bien lo que le estaba diciendo. Él hizo otra pregunta en el versículo 37: «Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti». Aunque Jesús pudiera haber estado frustrado por esta pregunta adicional, él al contrario, fue longánimo. Él respondió la pregunta de Pedro con franqueza.
Juan 13:38:
Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.
Jesús le habló a Pedro acerca de su compromiso durante este tiempo difícil, profetizando de las negaciones futuras de Pedro. Jesús simplemente no «dejó pasar las cosas», sino que le dijo a Pedro lo que Dios le había mostrado. Habrá momentos donde nosotros también necesitaremos hablarle con franqueza a otros; podemos hacerlo con longanimidad. Con una mentalidad paciente, podemos escuchar al Padre, Quien nos ayudará a escoger las palabras correctas a decir o las acciones a tomar. Este relato continúa en Juan 14 con Jesús hablándole a sus discípulos.
Juan 14:1,4:
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
Y sabéis a donde voy, y sabéis el camino.
A medida que Jesús continuaba dándole a sus discípulos la guía que necesitaban, Tomás le preguntó: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?» (Juan 14:5). Así como con Pedro, Jesús no tuvo desaliento por lo que sus discípulos aún no sabían o entendían. Él manifestó el amor de Dios por medio de continuar enseñándoles. Jesús le mostró a Tomás otra manera de ver ésto para ayudarlo a que entendiera, respondiéndole en Juan 14:6: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí».
En los versículos que siguen, Jesús continúa explicando, alentando, enseñando y preparándolos para lo que había de venir. Sus preguntas pudieron haber sido frustrantes para Jesús quien tenía tantas cosas en su mente y tan poco tiempo para comunicarlas; pero a cambio, él tuvo gran amor por sus discípulos y fue muy paciente y longánimo con ellos. Como resultado, ellos eventualmente llegaron a entender lo que él tan pacientemente les enseñó.
En nuestro diario vivir, enfrentamos diferentes situaciones que nos llevan a manifestar la longanimidad. Podemos permitir que el ejemplo de la vida de Jesucristo nos muestre como ser tardos para airarnos y pacientes en sobrellevar las ofensas de otros. Imitemos su ejemplo y demostremos el amor de Dios a otros por medio de manifestar la longanimidad.