Cuando era niño, aprendí que mis padres terrenales se hicieron mis padres porque se amaban entre sí y querían tener hijos a quienes amar y ser amados por ellos. ¿Y cómo es con Dios? Cuando renací, al aprender por qué y cómo llegué a ser un hijo de Dios, me ayudó a desarrollar una relación dulce e íntima con mi Padre celestial y a disfrutar de todos los beneficios que Él ha hecho disponible para mí como Su hijo.
¿Por qué deseó Dios tener hijos? Él quiso tener hijos que Él pudiera amar y cuidar, y con quienes tener comunión. Y quería hijos que le amaran a Él. Ese fue finalmente el propósito que Él tuvo en preparar la tierra y los cielos. La razón del universo es sostener la tierra. La razón de la tierra es sostener al hombre. La razón del hombre es amar, alabar y tener comunión con Dios.
Dios, por medio de Su Hijo Jesucristo, pudo engendrar hijos espirituales. Aquellos de nosotros que hemos renacido del espíritu de Dios somos estos hijos que Dios engendró gracias a las obras de Cristo. Y Dios hizo disponible a todos los que creen llegar a ser Sus hijos.
Si aún no hemos renacido ¿qué debemos hacer para llegar a ser hijos de Dios? Primero, debemos escuchar la Palabra de Dios y creerla. Así es cómo podemos recibir la fe de Jesucristo—el don de espíritu santo.
Romanos 10:17:
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Gálatas 3:22:
Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.
Tenemos que escuchar la Palabra de Dios para poder creer y recibir la promesa del nuevo nacimiento, expuesto en Romanos 10.
Romanos 10:9,10:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Cuando actuamos según Su Palabra al creer y confesar Romanos 10:9, renacemos del espíritu de Dios, Su semilla espiritual. Desde ese momento, somos salvos, recibimos el don de espíritu santo, somos niños de Dios—hijos de Dios. Dios llega a ser nuestro Padre.
Como hijos de Dios, podemos disfrutar muchos beneficios. Un beneficio es que podemos resplandecer como luminares en este mundo.
Filipenses 2:15:
para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.
Somos hijos de Dios. Dios es luz, y como hijos suyos, podemos resplandecer como luminares en el mundo.
Otro beneficio que podemos disfrutar como hijos de Dios es que podemos andar con el amor de Dios. Como Dios nos amó, podemos amarnos unos a otros.
I Juan 4:7:
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
Otro beneficio más que tenemos como hijos de Dios es que tenemos Su poder dentro de nosotros, para superar cada situación. Dios, nuestro Padre celestial, nos ama tanto que nos dio todo lo que necesitamos para vivir una vida victoriosa.
I Juan 4:4:
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.
I Juan 5:4:
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe [creencia].
Nacer del espíritu de Dios nos da la capacidad de creer y superar cualquier situación, cualquier desafío en la vida. Nos da la capacidad de andar en el amor de Dios y resplandecer como luminares en este mundo. Debido a que Dios quería hijos a los que Él pudiera amar y cuidar, tener comunión y que lo amaran, hizo al hombre y preparó los cielos y la tierra para sostener al hombre. Por medio de Su Hijo Jesucristo, Dios pudo engendrar hijos espirituales. Una vez que escuchamos la Palabra, la creemos y recibimos la promesa del nuevo nacimiento, Dios llega a ser nuestro Padre celestial, Quien hizo disponible que nosotros desarrollemos una relación dulce, íntima y personal con Él.