Contar con la creencia colectiva de otros puede ser una fuente genuina de inspiración y puede ayudar a fortalecer nuestra creencia. Hay momentos cuando nuestros propios esfuerzos individuales no son lo suficiente para vencer situaciones desafiantes, y compañeros creyentes pueden alentarnos e inspirarnos a continuar reclamando las promesas de Dios hasta que recibamos los resultados.
Cuando alguien confiesa con su boca que Jesús es señor y cree en su corazón que Dios levantó a Jesús de los muertos, esa persona llega a renacer y a ser un miembro en particular en el Cuerpo de Cristo. En este Cuerpo, Dios desea que los miembros funcionen juntos y que saquen provecho de las fortalezas y las habilidades de cada uno.
Romanos 12:5:
así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
Aquí está el mismo versículo en The Amplified Bible [La Biblia ampliada en inglés, edición de 1987]:
Así nosotros, aun siendo numerosos, somos un cuerpo en Cristo (el Mesías) e individualmente somos parte uno del otro [dependiendo mutuamente uno del otro].
Dios ha diseñado para que este Cuerpo funcione junto; así que, dependemos mutuamente el uno del otro para apoyarnos. Buscamos maneras para alentar, exhortar y edificarnos unos a otros.
Romanos 14:19:
Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.
Los resultados que obtenemos y las bendiciones que recibimos son magnificados cuando contamos con la creencia colectiva de otros creyentes. No sólo está Dios obrando en nosotros a medida que creemos, sino que también está obrando en los corazones y en las vidas de aquellos que están creyendo con nosotros. Al formar un equipo con creyentes de un mismo sentir, nos ayudamos a elevar la creencia el uno del otro. Como resultado, la creencia es multiplicada en intensidad y calidad, y podemos tener un maravilloso impacto.
En el capítulo 9 del Libro de Hechos, vemos un ejemplo de la energía para creer de los discípulos en Jope en el relato de Pedro levantando a Dorcas de los muertos. Dorcas, quien también era llamada Tabita, fue una discípula maravillosa que vivía en Jope y compartía abundantemente de su tiempo y sus recursos con los creyentes de su localidad.
Y aconteció que en aquellos días Dorcas enfermó y murió. No obstante, los creyentes amaban a Dorcas y creyeron que ella debía vivir. Ellos tomaron acción por medio de llamar a Pedro, un líder y ministro de la Iglesia del primer siglo, quien para el momento estaba cerca de Lida, como a dieciséis kilómetros de allí. Mientras Pedro estaba en Lida, él había sanado a un hombre llamado Eneas y quizá los creyentes en Jope habían escuchado acerca de lo ocurrido.
Los discípulos en Jope acordaron enviar a dos hombres por Pedro, con la petición urgente que él fuera a ellos sin tardar. Levantándose Pedro, fue con ellos.
Hechos 9:38-40:
Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros.
Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.
Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó.
La creencia colectiva de los discípulos en Jope inició esta liberación y Dios obró en Pedro para ministrar y ¡llevar a cabo esta milagrosa liberación! Los discípulos pudieron haber aceptado las circunstancias; pero en vez de eso, ellos creyeron juntos por una solución y tomaron acción.
¡Qué gran gozo y privilegio es ser edificado y fortalecido por medio de la creencia colectiva de compañeros creyentes en el Cuerpo de Cristo! ¡Toquemos el corazón de otros y demos nuestro apoyo con creencia a otros, para que ellos también puedan ser parte de creer juntos!