Declaremos la Palabra de vida

Declaremos la Palabra de vida


II Timoteo 3:16:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.

Es indispensable que el creyente renacido en cualquier tiempo o época y en cualquier cultura esté convencido de que la Palabra de Dios es la voluntad de Dios. Y si uno va a ser lógico e íntegro, tiene que creer que la Biblia entera es la Palabra y la voluntad de Dios, desde Génesis hasta Apocalipsis, o no es la Palabra de Dios en ningún lugar. No podemos remover segmentos de la Palabra de Dios con los cuales no estamos de acuerdo y aún tener la Palabra.

La Palabra de Dios dice lo siguiente acerca del matrimonio en el Antiguo Testamento, en los Evangelios y en el Nuevo Testamento.


Génesis 2:24:
Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.


Mateo 19:4,5:
El
[Jesucristo], respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?


Efesios 5:31:
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.

Desde el punto de vista de Dios, el matrimonio es entre un hombre y una mujer. Esto es la Palabra de Dios y esto es Su voluntad. Nadie tiene el derecho o el privilegio de remover estos segmentos de la Palabra de Dios porque no esté de acuerdo con ellos.

Además, la verdad de la Palabra de Dios revela que no es Su voluntad que miembros del mismo sexo tengan relaciones sexuales los unos con los otros. De hecho, la Palabra de Dios demuestra que este tipo de comportamiento es un subproducto de la impiedad y de la justicia.


Romanos 1:18,24,25:
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
Por lo cual también Dios los entregó
[los transfirió al poder de otro] a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
ya que cambiaron
[intercambiaron] la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas [a aquello que Dios creó] antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.

Cuando los hombres y las mujeres se desvían de Dios y Su verdad de esta manera, ellos están intercambiando la verdad de Dios por la mentira, lo cual es adorar a cualquier cosa antes que el Dios verdadero o por encima de él. Ellos están adorando sus propias ideas y deseos egoístas.


Romanos 1:26-28:
Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas
[deshonrosas]; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,
y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución
[recompensa] debida a su extravío.
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen
[o no son debidas ni apropiadas].

Aun cuando en nuestras culturas decidan adoptar «un entendimiento cambiado en cuanto al matrimonio», esto no le da a nadie el derecho de remover segmentos de la Palabra a fin de intercambiar la verdad por la mentira. Esto es una representación errada de la voluntad de Dios.

Así que, ¿qué debemos hacer nosotros, quienes amamos a Dios y Su Palabra, cuando nuestras culturas contradicen la Palabra de Dios? Hacemos lo que los creyentes han hecho durante siglos. Seguimos declarando la verdad.

En el primer siglo, cuando Pedro y los otros apóstoles declararon la verdad, ellos tuvieron oposición de las autoridades. Pero observen lo que sucedió.


Hechos 5:19-21:
Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo:
Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida.
Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban….

El versículo 28 registra que más tarde fueron traídos nuevamente delante de las autoridades, quienes les preguntaron:


…¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.

La respuesta de estos creyentes renacidos, nuestros hermanos en Cristo del primer siglo, está registrada para siempre jamás en el versículo 29:


Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Según continúa el relato, las autoridades «se enfurecían y querían matarlos (a Pedro y los apóstoles)», hasta que se levantó un fariseo y habló acerca de los apóstoles, llegando a la siguiente conclusión en Hechos 5:38 y 39:


Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios.

En vista de esta lógica, las autoridades se pusieron de acuerdo para soltar a Pedro y los apóstoles; pero antes de hacerlo, los mandaron a ser azotados y les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús. ¿Se acobardaron los apóstoles en temor? ¡No!


Hechos 5:41,42:
Y ellos
[Pedro y los otros] salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.
Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.

Hoy día en el vigésimo primer siglo, quizá no enfrentamos encarcelamiento y azotes a medida que hablemos la Palabra; pero sin importar cuál sea la oposición en nuestro tiempo y época, no nos cohibimos de declarar la Palabra. Dios no ha cambiado; Su Palabra no ha cambiado; la verdad no ha cambiado. Nosotros tampoco cesamos de enseñar y predicar todos los días. El mundo necesita que hagamos esto, porque nosotros declaramos la verdad, la Palabra de vida.


Filipenses 2:15,16:
para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;
asidos de
[declarando] la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.

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