Como hijos de Dios, podemos con valentía tomar acción en aquello que Dios nos ha llamado a hacer. Y una de las cosas que Dios nos ha llamado a hacer es hablar Su Palabra para que otros puedan experimentar también la vida sobreabundante. A veces, eso puede ser un desafío. Por ejemplo, ¿Ha querido usted alguna vez compartir la Palabra de Dios con alguien, pero se contuvo por miedo a recibir una respuesta negativa? Quizá esa persona tenía una posición de autoridad; digamos, era un supervisor o algún funcionario público. Bueno, para vivir una vida valiente para Dios, necesitamos hablar Su Palabra sin temor.
El Libro de Jeremías nos provee un ejemplo inspirador de un creyente que logró cumplir esa meta de Dios: convertirse en el profeta que Dios necesitaba en Judá. La época en que vivió Jeremías era muy peligrosa; sin embargo, él aceptó valientemente el llamamiento de Dios al ministerio y habló la Palabra de Dios sin miedo, a pesar de las circunstancias.
Vivir una vida valiente para Dios no quiere decir que nunca tendremos dudas, preocupaciones o miedos—significa que nos sobreponemos a ellos creyendo la Palabra de Dios. Tal fue el caso con Jeremías. Su primera respuesta al llamamiento de Dios al ministerio de profeta fue: «Yo no puedo hacer eso».
Jeremías 1:6:
Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.
Para ese momento, Jeremías no era literalmente un niño. Era un hombre joven, un sacerdote de la ciudad levítica de Anatot, en las cercanías de Jerusalén. El punto aquí es que Jeremías temía que, debido a su juventud, los líderes religiosos y políticos de Judá no le tomarían en serio.
Dios sabía que Jeremías era capaz de llevar a cabo la tarea, pero su miedo a hablar la Palabra tendría que ser vencido. El miedo, en el mínimo común denominador, es lo único que derrota al creyente. Así que, Dios procedió a alentar a Jeremías hablándole directamente de ese temor.
Jeremías 1:8:
No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.
«No temas delante de ellos» significa no tener miedo del rango, del puesto, ni de la posición de la gente. Jeremías no podría llevar a cabo su ministerio si se dejaba intimidar por la ira de los poderosos causada por su mensaje a ellos. En esencia, lo que Dios le dijo a Jeremías fue: «no temas Jeremías. Yo estoy contigo y te libraré sin importar los obstáculos que encuentres». Dios le repite esa promesa de liberación en el versículo 19 del mismo capítulo. Y cuando una revelación de Dios es dada dos veces, esa verdad queda establecida. Jeremías le creyó a Dios, al reconocer y vencer su temor. Él no se enfocó en las presiones ni en la oposición que enfrentó durante su vida. Él puso su enfoque en la Palabra de Dios y en las promesas contenidas en ella.
Jeremías 15:16:
Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos.
No hay lugar para el temor en un corazón que está lleno de la Palabra de Dios. Durante su ministerio, Jeremías se enfrentó al liderazgo de mayor rango de Judá, incluyendo reyes, príncipes y sacerdotes. A veces, ellos le atacaron fieramente, pero Jeremías emergió victorioso porque no se dejó dominar por el miedo. Él creyó que Dios le libraría.
Hay muchas lecciones que podemos aprender en este nuestro estudio del llamamiento de Jeremías a ejercer su ministerio. Por ejemplo, cada uno de nosotros, como creyentes renacidos, hemos sido llamados a ejercer un ministerio. Tenemos el ministerio de reconciliación y Dios nos ha encargado Su Palabra para que podamos llevarlo a cabo (2 Corintios 5:18 y 19). Nosotros también podemos vencer el temor al reclamar las promesas de la Palabra de Dios. Somos más que vencedores en toda situación (Romanos 8:37). Al igual que Jeremías, la Palabra nos es por gozo y por alegría de nuestro corazón.
Hay muchos relatos Bíblicos de hombres y mujeres que en lugar de tener miedo, le creyeron a Dios. Y en el Antiguo Testamento, el profeta Jeremías es un magnífico ejemplo de esto. Jeremías vivió en una época muy peligrosa; sin embargo, con valentía aceptó el llamamiento de Dios al ministerio, hablando la Palabra sin temor, sin importarle las circunstancias. Hoy en día, la voluntad de Dios para con nosotros es que no temamos, aún en las situaciones de intensa presión. Podemos vencer el miedo, identificándolo en primer lugar, y luego enfocándonos y tomando acción basados en esa promesa de Dios que lo derrota. Al igual que lo hizo Jeremías, podemos hablar la Palabra de Dios sin temor. No hay lugar para el temor en un corazón que está lleno de la Palabra de Dios.