La Palabra de Dios registra desde los primeros capítulos en Génesis el maravilloso amor que Dios tiene por Su gente. Él estableció la tierra para que la humanidad pudiera habitarla y para que la humanidad pudiera tener una relación amorosa con Él. Después de la caída del hombre, cuando el hombre perdió su conexión espiritual con Dios, el Autor de la vida se movió rápidamente y declaró que Él enviaría a un redentor para salvar a la humanidad. Por medio de obtener un entendimiento mayor de la simiente prometida de Dios, podemos crecer en nuestro amor y apreciación de lo que Jesucristo logró para nosotros.
Génesis 3:15:
Y pondré [Dios] enemistad [una condición de separación y hostilidad] entre ti [la serpiente, el Diablo] y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta [la simiente prometida de la mujer] te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
Este versículo muestra el tema central de la Palabra de Dios desde Génesis hasta Apocalipsis—la simiente prometida que sería el hombre, Jesucristo. Muchas profecías están registradas en la Palabra de Dios acerca de quién sería el Mesías venidero, la simiente prometida. Veamos algunas de ellas.
Un aspecto del Mesías es que sería un profeta.
Deuteronomio 18:15,18:
Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo [Moisés], te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis.
Profeta les [el Señor] levantaré [a los hijos de Israel] de en medio de sus hermanos, como tú [Moisés]; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Jesucristo fue un hombre poderoso. Era fuerte y denodado como Moisés. Él hablo por Dios sin vacilar. Siempre hizo la voluntad del Padre (Juan 8:29).
Ademas de ser un profeta, él iba a ser un sacerdote.
Salmos 110:4:
Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre. Según el orden de Melquisedec.
Esta también era una profecía refiriéndose a Jesucristo. Hebreos 5:6 declara el cumplimiento de esta profecía cuando dice: «Tú [Cristo] eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec».
La Palabra de Dios también muestra que el Mesías había de ser un rey.
Génesis 49:10:
No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.
La frase «hasta que venga Siloh» se refiere a la venida de nuestra simiente prometida. Él sería el gobernante final de Israel y sería de la tribu de Judá.
Hay muchos indicadores a través del Antiguo Testamento que señalan quién sería el hombre de Dios de todas las edades. Jesucristo fue tantas cosas: la simiente prometida que aplastaría la cabeza del adversario, un profeta, un sacerdote, un rey. Veamos cómo nosotros podemos responder a este amor tan grande.
I Juan 3:16:
En esto hemos conocido el amor, en que él [Jesucristo] puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
I Juan 4:10,11:
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
Jesucristo nuestra simiente prometida es el punto de apoyo de toda la historia. Se profetizó de él miles de años antes de su nacimiento. Sin la venida de un redentor, todos nosotros hubiéramos permanecido muertos en delitos y pecados, sin esperanza y sin Dios en el mundo (Efesios 2:1,12). A través del Antiguo Testamento, hombres y mujeres creyentes anticiparon la primera venida de Jesucristo. Ahora que ésta es una realidad lograda, nosotros podemos percibir el amor de Dios y podemos vivir en servicio a otros, ¡a medida que nos amamos unos a otros con el mismo amor que se nos ha dado a causa de nuestra simiente prometida!