Las realidades sanadoras de la santa comunión

Las realidades sanadoras de la santa comunión

Jesucristo nos hizo completos—espiritualmente y físicamente—¡y la conmemoración de la santa comunión nos lo recuerda! Participar de la santa comunión nos ayuda a recordar el significado de los logros de Cristo para nosotros como nuestro redentor, edificando nuestras expectativas de seguir recibiendo integridad tanto espiritual como física.

La santa comunión es una conmemoración que fue instituida por el Señor Jesucristo en la ultima cena, antes de su sufrimiento y muerte, como una manera de recordar lo que su muerte lograría. Esta conmemoración es una que fue llevada a cabo por los creyentes del primer siglo, después de la crucifixión, resurrección y ascensión de Jesús—y una que reconocemos hoy día, recordando la liberación de los creyentes de la esclavitud del pecado y sus consecuencias. El apóstol Pablo escribió a la iglesia en Corinto, recordándoles específicamente del significado de esta conmemoración, para ayudarles a reclamar la liberación física que necesitaban.


I Corintios 11:23-25:
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan;

y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.

Pablo le recordó a los corintios que Jesucristo instituyó esta conmemoración él mismo (la cual está relatada en Mateo 26:26-28; Marcos 14:22-24; Lucas 22:19,20). Él reforzó que ellos habían de participar de esta conmemoración en memoria de Jesucristo, para proclamar públicamente lo que él hizo disponible por medio de su muerte.


I Corintios 11:26:
Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

Al redimir a la humanidad, Dios deseó que todo hombre y mujer confesara a Jesús como señor, creyera que Él lo levantó de los muertos (Romanos 10:9), llegara a ser Su hijo y reclamara todos Sus beneficios. Jesucristo instituyó esta conmemoración y Pablo exhortó a la Iglesia acerca de su significado, para que no se olvidaran lo que había sido logrado para ellos. A veces nosotros también necesitamos ser recordados de esto.

Como creyentes renacidos, tenemos todo el derecho de reclamar la integridad por la cual Jesús pagó el precio con su cuerpo físico. Isaías 53 profetiza del mesías venidero y lo que iba a resistir para asegurar nuestra integridad, y I Pedro nos dice que, a causa de los sufrimientos de Cristo, nuestra sanidad es una realidad obtenida.


Isaías 53:5:
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.


I Pedro 2:24:
quien llevó él mismo
[Cristo] nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Por la llaga o herida de Jesucristo fuimos (tiempo pasado) curados o sanados. Sus heridas vencieron nuestras transgresiones, nuestros pecados externos; al ser molido venció nuestras iniquidades y pecados internos; su angustia mental venció nuestra falta de paz y nuestras mentes insanas; y por sus heridas venció nuestras enfermedades físicas. Con su cuerpo partido y su sangre derramada, Jesucristo pagó el precio por la integridad física y espiritual de la humanidad. Por los logros de Jesucristo como nuestro redentor, tenemos tanto la liberación espiritual como la física. Esto es algo que cada persona que lo ha hecho señor de su vida, creyendo que Dios lo levanto de los muertos, puede reclamar como un derecho filial.

En esta época del año, a medida que nos acerquemos a nuestra celebración de la resurrección del Señor Jesucristo, podemos participar en los servicios de comunión alrededor del mundo y hacer una pausa para dar gracias a Dios por todo lo que Él nos ha dado libremente a través de Su Hijo. Cuando tomamos de la copa, recordamos que somos redimidos del pecado por la sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo. Cuando comemos del pan, traemos a nuestra memoria que fuimos sanados por el cuerpo partido de nuestro señor y salvador. Por sus heridas fuimos sanados.

Como hijos de Dios, reconozcamos y reclamemos los derechos que hemos recibido por medio de los logros de Jesucristo y andemos con expectativas de creer por aun más sanidad íntegra en nuestras casas.

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