¿Alguna vez ha caminado contra un viento tan fuerte que sentía como que iba a salir volando? Pero entonces, usted se agarró de algo sólido, y supo que no sería arrojado o llevado por doquiera. A veces cambios en la vida traen circunstancias o presiones difíciles y tratan de zarandearnos y darnos un giro completo. Puede que cambien nuestros trabajos, nuestras casas, las relaciones familiares e incluso el país donde vivimos. Estas son situaciones en las cuales podemos ser tentados a ser arrastrados por las emociones y la angustia. Pero como hijos de Dios, tenemos algo sólido a lo cual asirnos, algo que nos ayuda a mantenernos firmes a través de cualquier transición o desafío. Tenemos la Palabra de Dios—ese cimiento firme y sólido al cual podemos asirnos sin importar las circunstancias que enfrentemos—¡es la estabilidad de nuestros tiempos!
Isaías 33:6:
Y reinarán [serán la estabilidad] en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación; el temor [reverencia a] de Jehová será su tesoro.
I Pedro 1:23:
….por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
La Palabra perdura más que cualquier circunstancia. Provee estabilidad a nuestras vidas cuando nos asimos de ella.
II Timoteo 1:13:
Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.
Efesios 6:14:
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad….
Retener la verdad comienza primero en nuestros pensamientos y luego en nuestra confesión, o con lo que decimos. Los pensamientos en nuestro corazón y la confesión correspondiente determinan si nos mantenemos firmes o si somos llevados por doquiera por las circunstancias y emociones (Proverbios 23:7).
Lo grandioso acerca de nuestra mente es que Dios nos dio a cada uno el libre albedrío para controlarla. Así que, ¿cómo controlamos nuestros pensamientos en vez de permitir que ellos nos controlen? Alineamos nuestros pensamientos con la Palabra de Dios para que nuestra mente llegue a estar condicionada a pensar Su Palabra. Retenemos la Palabra en la mente y entonces nunca tendremos que ser zarandeados con temor.
II Timoteo 1:7:
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
En medio de las circunstancias desafiantes, podemos rechazar pensamientos de temor y vestirnos de la Palabra en nuestra mente. Luego con la Palabra de Dios en la mente, podemos confesar la verdad de esa Palabra. Así es cómo llegamos a estar condicionados por la Palabra; así es cómo nos asimos de la verdad. Consideremos algunos ejemplos.
NOS VESTIMOS DE LA VERDAD DEL AMOR DE DIOS.
Romanos 8:37-39:
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Entonces confesamos esa verdad. Sabiendo que no hay absolutamente nada que nos podrá separar del amor de Dios en Cristo, confesamos con denuedo que «somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». Nos asimos de esa verdad.
NOS VESTIMOS DE LA VERDAD DE LA SUFICIENCIA DE DIOS.
II Corintios 3:4,5:
Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios;
no que seamos competentes [suficientes] por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia [suficiencia] proviene de Dios.
Filipenses 4:19:
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Entonces confesamos estas verdades. Sabiendo que no somos autosuficientes, confesamos con confianza que nuestra suficiencia proviene de Dios y que Él está deseoso de suplir cada una de nuestras necesidades. Las circunstancias se desvanecen en comparación con Dios. Nos asimos de esas verdades.
NOS VESTIMOS DE LA VERDAD DEL PODER DE DIOS.
Efesios 3:20:
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.
Entonces confesamos esa verdad. Sabiendo que Dios no sólo está deseoso sino que también es capaz de hacer por nosotros más abundantemente según Su poder que actúa en nosotros, no permitimos que confesemos nada que no sea lo que la Palabra dice. Nos asimos de esa verdad.
NOS VESTIMOS DE LA VERDAD QUE TENEMOS LA MENTE DE CRISTO.
I Corintios 2:16:
…nosotros tenemos la mente de Cristo.
Filipenses 2:5:
Haya, pues, en vosotros este sentir [estos pensamientos] que hubo también en Cristo Jesús.
Entonces confesamos esa verdad. Sabiendo que tenemos la mente de Cristo, declaramos que podemos vestirnos de los pensamientos de Cristo y andar en comunión con nuestro Padre celestial. Nos asimos de esa verdad.
Para mantenernos firmes y fuertes por Dios y no ser llevados por doquiera por las circunstancias, nuestros pensamientos y nuestras confesiones tienen que ser un espejo de las verdades de la Palabra de Dios: «Soy más que vencedor por medio de aquel que me amó». «Dios es mi suficiencia, y Él suple todas mis necesidades». «El poder de Dios actúa en mí». «Puedo tener los pensamientos de Cristo». Nosotros condicionamos nuestra mente con la Palabra de Dios y la confesamos con denuedo y confianza.
Como resultado, podemos vencer cualquier obstáculo porque el poder de la Palabra de Dios es más grande que todos los hechos que enfrentamos. Cuando estamos condicionados por la Palabra, no siendo controlados por las circunstancias, las tormentas de la vida ya no pueden zarandear nuestros pensamientos y emociones al punto de que nos impide creerle a Dios. No importan las situaciones que nos rodean, ¡tenemos el éxito y la victoria garantizados en Él! A medida que nos asimos de la verdad, somos valientes para Dios.