Hablando lo que es bueno

Hablando lo que es bueno

Efesios 4:29:
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.

¿No suena esto como una manera poderosa de vivir? Como creyentes renacidos, queremos que nuestra boca hable lo que es bueno. Y justo en el contexto de Efesios 4:29 hay dos versículos que nos dan consejo específico sobre cómo hacer esto. Efesios 4:31 nos dice qué clase de palabra «quitarnos» y Efesios 4:32 nos muestra lo que podemos llegar a ser.

Veamos primero qué clase de palabras debemos quitarnos.

Efesios 4:31:
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

Quítense toda amargura

La palabra griega traducida «amargura» significa mordaz (especialmente con relación a veneno), literalmente o figuradamente. Cuando algo es mordaz es extremadamente o fuertemente punzante. La amargura puede acumularse en nuestro corazón cuando los conflictos no se resuelven o cuando nos aferramos a rencores, y esto puede causar que nuestras palabras sean fuertes y punzantes. Éstas definitivamente no son lo bueno que edificará y ministrará gracia a los oyentes; así que, nos quitamos la amargura.

Quítense el enojo

La palabra griega aquí traducida «enojo» es furia que hierve y pronto disminuye nuevamente. El enojo puede encenderse a veces por cualquier número de razones—especialmente cuando estamos demasiado cansados. La fatiga puede causar que seamos de temperamento corto. Un antídoto para la fatiga y la irritabilidad es tener una buena noche de descanso. De hecho, se ha comprobado que el dormir afecta nuestro estado de ánimo. Sé que para mí personalmente tener una buena noche de descanso me hace ser más positiva, feliz y estar mejor para manejar las situaciones demandantes. Ésta es una acción que podemos tomar que nos ayuda a quitarnos el enojo.

Quítense la ira

La palabra griega aquí traducida «ira» denota indignación que ha aumentado gradualmente y se ha hecho más fija. Es un resentimiento más duradero que el enojo. La ira más prolongada y arraigada quizá necesite más que una buena noche de descanso para resolverlo. Además de nuestro estudio personal de la Palabra y la oración, quizá sea requerido buscar ayuda de un amigo de confianza, un ministro, un mediador o incluso de un profesional. Para ayudarnos a hablar «lo que es bueno», nos quitamos la ira.

Quítense la gritería

El significado literal de la palabra en griego traducida «gritería» es indignación, y esto se puede evidenciar por medio de hablar, pelear, hablar tempestuosamente fuerte y de manera indisciplinada o agresiva. Estas palabras no son gentiles o buenas para usar en la edificación; así que, las quitamos.

Quítense la maledicencia

Aquí «malediciencia» es calumnia, hablar con injuria hacia el buen nombre de otra persona. Ningún creyente renacido, fiel en Cristo Jesús, quiere injuriar a otro; pero, puede pasar si no estamos conscientes de las palabras que estamos hablando. Tomándonos un momento para pensar acerca de lo que vamos a decir nos ayuda a quitarnos la maledicencia.

Quítense la malicia

La «malicia» indica tener un mal deseo o voluntad para dañar a alguien o verlo sufrir. Un léxico utiliza la definición «maldad». Malicia es una mala manera de pensar. Debemos quitarnos toda malicia.

Un elemento muy importante en quitarnos las palabras corrompidas es estar conscientes de lo que estamos pensando, guardar nuestro corazón. Como Jesucristo enseñó: «…de la abundancia del corazón habla la boca».

Efesios 4:32 nos muestra lo que queremos llegar a ser, la clase de pensamientos que queremos cultivar en nuestro corazón. Crecer en estas cualidades nos ayudará a hablar lo que es bueno.

Efesios 4:32:
Antes sed [lleguen a ser] benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Lleguen a ser benignos unos con otros

La palabra en griego aquí traducida «benignos» también es traducida como bueno, gentil y fácil. Conlleva el sentido de ser afable o placentero, en vez de ser hostil, fuerte, punzante o amargado. Cuando somos benignos, entonces en ocasiones le daremos lugar a que otros nos ofendan o cometan errores sin llegar a irritarnos o ser impacientes con ellos. Podemos incluso activamente «hacer el bien» sin importar la ingratitud de otros. El amor de Dios es benigno (I Corintios 13:4) y benignidad es un fruto del espíritu (Gálatas 5:22). La benignidad es más profunda que un aspecto bonito de la personalidad; es de naturaleza espiritual. Como creyentes renacidos, podemos llegar a ser benignos unos con otros.

Lleguen a ser misericordiosos

La palabra en griego traducida «misericordioso» implica compasión. Y en este contexto, estamos siendo instruidos a mostrar compasión unos con otros—hacia nuestros compañeros santos en el Cuerpo de Cristo. Podemos llegar a ser misericordiosos.

Lleguen a ser perdonadores

Puede que a veces se vea difícil perdonar, pero el versículo 32 no termina en «perdonándoos unos a otros». Sigue diciendo: «como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo». Llegar a ser perdonador como Dios también nos ha perdonado es un proceso continuo que mantiene la dulzura en el Cuerpo de Cristo. Podemos llegar a ser perdonadores.

A medida que nos quitamos toda amargura, el enojo, la ira, la gritería, la maledicencia y la malicia y llegamos a ser benignos, misericordiosos y perdonándoos unos a otros, el flujo natural serán palabras que son buenas para edificar y palabras que ministran gracia al oyente. ¡Qué manera tan maravillosa de vivir! ¡Esto es lo que realmente queremos hacer!

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