Renovar nuestras mentes: reconozcamos nuestra posición en Cristo como hijos de Dios

Renovar nuestras mentes: reconozcamos nuestra posición en Cristo como hijos de Dios

«¿Puedo entrar?» me preguntó una voz suave detrás de la puerta de mi dormitorio. Una vez que la abrí, mi hermana entró sin decir una sola palabra y se sentó en el suelo recostándose contra la pared. «¿Estás bien?» Su única respuesta fue un pequeño «mm-hmm….» Esta era una escena común en la casa de mi infancia. Para mi hermana menor, mi habitación era a veces un lugar más tranquilo que el suyo. Le concedí el derecho a quedarse allí porque la amaba y sabía que eso ayudaría a darle paz y tranquilidad. Ningún miedo la haría dudar en cuanto a reclamar ese derecho.

Esta escena me recuerda cómo es Dios con nosotros como hijos Suyos. Debido a los logros de Cristo, somos hijos de Dios, y esa posición nos permite aprovechar al máximo los derechos y privilegios que Dios nos ha dado. Lo que tenemos que hacer es creer que tenemos derechos que podemos reclamar. Entonces nuestras acciones comenzarán a corresponder a las realidades espirituales de nuestros derechos dados por Dios, a medida que renovamos nuestras mentes o controlamos nuestros pensamientos para que se alineen con la Palabra de Dios.

Como miembros de una familia terrenal, podemos disfrutar de ciertos derechos y privilegios. Lo mismo sucede en nuestra familia espiritual como hijos de nuestro Padre celestial, Dios. Podemos llamarlos derechos filiales pues recibimos estos derechos cuando nos convertimos en Sus hijos.

Para empezar, podemos ver que Dios nos dio la justicia, la justificación, la santificación, la redención y el ministerio de la reconciliación cuando renacimos para que los reclamemos.

1 Corintios 1:30:
Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.

La justicia es la justificación dada por Dios, mediante la cual una persona está ante Dios sin ninguna conciencia de pecado, culpa o defecto. No solo somos justos y, por ende, libres de pecado delante de Dios, sino que también tenemos el derecho de la justificación, que es la liberación completa de la pena del pecado (Romanos 3:24). Santificación significa que somos puestos aparte. Fuimos apartados de los incrédulos de este mundo cuando renacimos —vamos al cielo y ni siquiera el infierno puede detenernos. La redención es el pago de un rescate; hemos sido comprados del poder de Satanás, y legalmente le pertenecemos a Dios.

2 Corintios 5:18 y 19:
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

También tenemos el derecho de reconciliar a otros con Dios, así como nosotros fuimos reconciliados con Él. Se nos ha dado el derecho del ministerio de la reconciliación, y se nos ha encargado la palabra de la reconciliación para que les digamos a otros cómo reconciliarse y reclamar todo lo que Dios les ha dado.

Para reclamar estos derechos y privilegios, necesitamos creer que los tenemos. Al igual como mi hermana sabía que siempre podía tener acceso a refugiarse en mi habitación, podemos desviar nuestros pensamientos de las cosas negativas que el mundo pueda estar diciendo y enfocarlos en lo que la Palabra de Dios dice. Verdaderamente podemos creer que nuestros derechos filiales son tan accesibles como los derechos que reclamamos en nuestras familias terrenales. Podemos controlar nuestros pensamientos y permanecer, o enfocar, nuestras mentes en las promesas que Dios nos ha dado.

Filipenses 2:5:
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.

Jesucristo sabía que era el Hijo de Dios. Conocía su posición y sabía que podía reclamar los derechos y privilegios que le habían sido otorgados. Él creyó en la Palabra de su Padre. ¡Nosotros podemos hacer lo mismo! Cuando nos percatamos de que estamos pensando en los pecados pasados o nos sentimos insignificantes, podemos recordar nuestros derechos como hijos de Dios y creer en ellos.

Jesucristo también reclamó sus derechos, manteniéndose enfocado en la Palabra de Dios. Puesto que tenemos este mismo sentir en nosotros, nosotros también podemos traer a la mente los versículos y las promesas de Dios y enfocarnos en ellos por encima de cualquier distracción o tentación. Traer nuestra mente de vuelta a esos versículos y promesas, una y otra vez, puede ayudarnos a mantener nuestros pensamientos en lo que Dios dice acerca de nosotros y lo que podemos hacer, en vez de enfocarnos en lo que el mundo dice o hace.

Debido a los logros de Cristo, nuestra posición es la de hijos de Dios. Como somos Sus hijos, Él nos dio ciertos derechos y privilegios. Lo que tenemos que hacer para acceder a ellos es creer que los tenemos. Así que seamos denodados y actuemos como los hijos de Dios que somos, a medida que renovamos nuestras mentes. ¡Abra la puerta y reclame sus derechos!

Para leer más acerca de los derechos legales que podemos disfrutar como hijos de Dios, lea La Iglesia nueva y dinámica, capítulo 5, «La clave al poder» en The Way International Librería.